Un día se levantó y sin mediar palabra con el horizonte se incorporó en la cama, consiguió ver el sol por las rendijas de su
apartamento, más bien este lo cegaba, sensación que sintió hasta que no pudo obviar
más la realidad, ella se plantó en su camino, con mirada amenazante, sus ojos
cambiaron la luz tenue pero temblorosa de la mañana por profundos océanos embravecidos
de su mirada, no hubo escapatoria…
Tuvo que hablar, explicar su comportamiento, sus ganas de
volar eran cada vez más incipientes, por qué seguir desperdiciando tiempo, no
entendía al mundo… por qué las miradas se complican, las palabras se retuercen y
los sentimientos cambian de temperatura como una olla al fuego? Nunca entendió
como es que hace más daño una verborrea a destiempo que arregla una mirada con
sentimiento, pero el mundo estaba lleno de inseguridades, pensaba, y así debía
seguir al rebaño, siendo uno más, complicándose la vida aunque la quisiera simple
y sin cebolla, ya que… la vida TIENE que ser cada vez más compleja.
El moriría, años más tarde sin entenderlo, y llorándole más
personas de las que jamás soñó que llegarían a quererlo. A lo mejor más gente
de la que creyó lo entendía, pero ellos supieron adaptarse a su tiempo, él
simplemente luchó por no aferrarse a lo que todos le aconsejaban: dejarse
llevar no era su estilo. Y sus ganas de ser él mismo.. ya no eran las que el
mundo demandaba.
En días de lluvia ella se asoma a esa ventana que un día dejó
pasar resquicios de una libertad no encontrada.