“Sin sueños no hay deseos” eso me decías a cada minuto, cada
tarde que me sentaba a tu lado, en el sillón contiguo y me inclinaba apoyando
mis mejillas en los brazos, con expectantes ganas de descubrir el mundo en tus
palabras, de recorrer ciudades con tus historias, muchas de ellas tan palpables.
Tenías ese don, perdón, lo sigues teniendo, en mis recuerdos
suenas igual de tenue, calmado y con esa sonrisa de medio lado por tener la
certeza de que aquello que trasmitías era historia, una vida llena de
sorpresas, de sentidos encontrados, una vida vivida día a día, no planificada a
diario. Eran historias de supervivencia, de superación. Perdón, son…
Me vuelvo sentar en el mismo rincón, lleno de magia todavía
(algo que tu mujer aún no ha conseguido limpiar a pesar de que le encanta lo de
borrar estas huellas), esta vez soy capaz de acurrucarme donde antes te
sentabas, donde disfrutabas contando tus vivencias a una mocosa sin dientes, te
siento abrazarme, darme tu calor y me siento afortunada de poder ser esa persona
que conoció tu vida, que fue parte de ella, siento que mi lugar es ese, en el
recuerdo vivo de tu esencia.
Cuanto más te extraño más te empeñas en demostrarme que
nunca te has ido
Y no se ha ido. Él vivirá siempre que lo recuerdes ;)
ResponderEliminarUn besito
Vive en ti, no cabe duda. Supo sembrar en tu mente y corazon parte de su camino.
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